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Luego de ganar tres Champions consecutivas, el entrenador francés le dijo que no a su continuidad en la Casa Blanca. ¿Por qué?

Zinedine Zidane hace historia sin pretenderlo, con la parsimonia que le pone a cada palabra. Como si a cada paso que da un hito lo habitara. Es el futbolista que lideró a Francia a su único título mundial, como futbolista estelar, hace dos décadas. El mismo que después, con los presuntos retazos de su talento, brindó destellos para jugar otra final universal, la de Alemania 2006, ante Italia. Fue mago al picarla y fue demonio al cabecear al rival -Marco Materazzi- que había insultado a su origen y a su familia. Ya como entrenador, desde las sombras, pasó de segundón a señor del vestuario bravo del Real Madrid. Ganó todo lo que se podía en el ámbito internacional, tres Champions League sucesivas incluidas. También fue vencedor en el territorio local.

Pero el hombre dijo que no. El perfecto vencedor dijo que ya no quiere seguir al frente de la gloria repetida. Al respecto, contó en su última conferencia de prensa como entrenador. "No veía con claridad que íbamos a poder ganar en lo que se venía. Y a mí no me gusta perder, soy ganador en todo lo que juego. Llega un momento que dices que es mejor cambiar para no seguir y hacer tonterías", contó, sin traumas, sin actuaciones dramáticas. Quizá harto.

"Hay cosas que me guardo", señaló. ¿Y qué se guardó? Dirigir a Deportivo Ganar no es sencillo. El lo sabe. Lo aprendió desde sus tiempos de crack, cuando el mismo presidente de estos días felices, Florentino Pérez, planeaba la Casa Blanca de "Zidanes y Pavones", de estrellas y pibes.

Cuentan -quienes mucho conocen de la vida del Real Madrid- que Zizou ya perdió las ganas de dar explicaciones. Que ninguna derrota es tan grave como para explicar a cada minuto por qué sucedió. Poco o nada le importó que tuviera contrato multimillonario hasta junio de 2020.

Los jugadores que bancó contra cualquier mirada ajena, contra toda queja mediática, como Keylor Navas -decisivo en los momentos determinantes- y como Karim Benzema, quizá ya no estén en el Madrid del futuro inmediato. Zidane, campeón por cada rincón de su recorrido y de su impronta, ya no quiere tener que ofrecer razones para sostener a su gente. Lo mismo acontece con los jóvenes que él sostuvo en los peores momentos: Lucas Vázquez y Marco Asensio.

Señalan también que influyó el después de la consagración en Kiev. El egoísmo de Cristiano Ronaldo, quien se refirió a su contrato antes que a la vuelta olímpica; y la respuesta del capitán Sergio Ramos, instando a lo colectivo. Zidane ya demostró que sabía administrar egos. Quizá ya no quiera más.

Había llegado al Real Madrid, desde donde se había ido como superhéroe, para reconstruir desde la adversidad. Ganó casi todo. Nueve títulos luego de 149 partidos. Una celebración cada menos de 17 encuentros.

Los docentes en eso de armar rompecabezas rotos fueron sus padres: Smail y Malika -argelinos de origen musulmán; amigos de osadías grandes- decidieron un nuevo rumbo en tiempos de escasez en la antigua colonia francesa. Con ellos, ancló en Marsella. Desde ese rincón del Sur francés se lanzó al fútbol del mundo. Hoy, Zizou -parece- elige descansar.