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Alberto Fernández viajará al Vaticano y el 31 de enero tiene la audiencia con Francisco. No descarta extender su gira por Europa, y si esto sucede, el Presidente iría a España y Portugal. Ya se descartó un encuentro bilateral con Emmanuel Macron, líder francés: por esos días tiene la agenda completa.

Francisco y Alberto se encontrarán en la la Biblioteca Privada del Palacio Apostólico del Vaticano, y es posible que haya un segundo encuentro más distendido en Santa Marta. El Papa y el Presidente tienen buena relación, ya han hablado por teléfono y se cruzaron mensajes a través de un mail personalísimo del Sumo Pontífice. 

El Presidente agradecerá al Papa su apoyo al plan contra el hambre que desplegó desde la llegada del Frente de Todos a Balcarce 50, y la misa que avaló en Lujan adonde compartió un espacio de convivencia política con Macri. Francisco siempre quiso una transición presidencial ordenada: no pudo hacerlo cuando CFK entregaba los atributos del mando y logró su cometido cuando le tocó el turno a Alberto Fernández.

Francisco y Alberto Fernández están preocupados por un asunto regional que está pendiente de solución pacífica: la crisis en Venezuela. El Papa fracasó en su mediación -cuando Barack Obama ocupaba la Casa Blanca-, y desde allí se sucedieron un puñado intentos públicos y reservados que chocaron con la intransigencia de Nicolás Maduro y la impaciencia de Donald Trump.

El Presidente argentino hace equilibrio ante la presión combinada de Maduro y el Departamento de Estado. Alberto Fernández considera que la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Lima son insuficientes como escenarios multilaterales para acercar a las partes en conflicto, y tampoco cree en las promesas constantes del líder populista que sucedió a Hugo Chávez. El jefe de Estado busca una instancia superadora, y el Papa puede aportar a su construcción internacional.

Francisco y Alberto Fernández están preocupados por el devenir de la crisis venezolana y en su cónclave personalísimo pueden tratar alternativas que, necesariamente, deben tener el apoyo de Trump. El Papa y el jefe de Estado desean construir una agenda regional que implique atenuar las diferencias geopolíticas y achicar las asimetrías económicas. Un objetivo institucional que va más allá de sus diferencias sobre la despenalización del aborto y su probable tratamiento este año en el Congreso Nacional.

Fuente: Infobae