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Falleció este viernes a los 74 años por un derrame cerebral tras el golpe que sufrió en un robo. Anoche intentaron operarlo, pero no resistió. Su talento asomó para el gran público en un amistoso histórico contra Argentina. Tuvo todo para llegar a lo más alto, pero su destino era otro.

Casi nadie sabe que se llamaba Tomás Felipe. Casi nadie sabe que disputó apenas cuatro partidos en Primera División. Casi nadie lo vio jugar siquiera un minuto, por más que demasiados presuman al respecto. Tantos como los que supuestamente vieron el gol de Ernesto Grillo a Inglaterra en la cancha de River en 1953. El misterio -y la exageración- son parte de la arcilla con la que se moldean los mitos. Como el del Trinche Carlovich, que murió a los 74 años tras haber sufrido un derrame cerebral como consecuencia de un golpe en la cabeza que sufrió al ser víctima de un asalto en Rosario el miércoles.

 Tomás Carlovich, ídolo de Central Córdoba de Rosario.

El nacimiento del mito tiene una fecha precisa: el 17 de abril de 1974. Ese día, el seleccionado argentino dirigido por Vladislao Cap, que se estaba preparando para el Mundial de Alemania Federal 1974, disputó un amistoso contra un combinado rosarino. Las crónicas de la época hablan de una concurrencia de alrededor de 35.000 personas en el estadio de Newell's.

El combinado local, dirigido por Carlos Griguol y Juan Carlos Montes, salió al campo integrado por cinco futbolistas de Rosario Central (Carlos Biasutto, el uruguayo Jorge González, Mario Killer, Carlos Aimar y Mario Kempes), cinco de Newell's (José Luis Pavoni, Armando Capurro, Mario Zanabria, Alfredo Obberti y Sergio Robles) y un pelilargo mediocampista de Central Córdoba, que por entonces militaba en la vieja Primera B.

Tomás Carlovich disputó apenas tres partidos con la camiseta de Colón de Santa Fe.

Ese número cinco zurdo, que dos días después cumpliría 28 años, se robó la noche con una actuación deslumbrante para el gran público, pero no para los iniciados, que ya conocían de las diabluras de ese flaco habilidoso, gambeteador impredecible, especialista en tirar sombreros y caños de ida y vuelta. Era Tomás Felipe Carlovich.

El Trinche, que decía no recordar por qué lo apodaban así, fue reemplazado por José Orlando Berta a los 15 minutos del segundo tiempo, cuando el elenco rosarino ganaba 3 a 0 y bailaba al seleccionado. La leyenda cuenta que Vladislao Cap pidió que lo sacaran.

 Diego Maradona y Tomás Carlovich se conocieron en febrero de este año en Rosario.

“Parecía que la pelota lo llevaba a él. Una pelota inteligente, que disfrutaba de ser bien tratada. Carlovich tenía una enorme facilidad para jugar al fútbol y para entenderlo”, sostuvo César Luis Menotti, quien en 1976, cuando el Trinche jugaba en Independiente Rivadavia, lo convocó para un amistoso del preseleccionado que estaba moldeando para el Mundial de 1978. La leyenda también cuenta que el mediocampista no apareció porque prefirió quedarse pescando en Mendoza. Él lo negó. “Aprendí a pescar hace cuatro años porque me enseñó mi yerno”, explicó en 2008.

“Era un fenómeno, hacía cosas que nadie esperaba. Era habilísimo y le pegaba a la pelota, además de fuerte, con una variedad de golpes fabulosa. Anticipó cosas que después se le vieron al Bichi Borghi. Coincido con los que dicen que fue uno de los mejores jugadores argentinos”, lo describió Roberto Fontanarrosa​, otro símbolo de Rosario, que lo había enfrentado en torneos amateur y lo vio en la Reserva de Central.

Mucho de lo que se dice sobre Carlovich resulta de difícil comprobación, en buena medida porque no existen demasiados registros fílmicos, fotográficos o impresos que den cuenta de las hazañas y tropiezos del séptimo hijo de un plomero yugoslavo. Y eso se debe a que la carrera del Trinche se desarrolló casi íntegramente en clubes de Ascenso. Apenas un partido en Rosario Central, en 1970, y tres en Colón de Santa Fe, en 1977 (en los tres salió lesionado), registró en Primera.

La mayor parte de su carrera transcurrió en Central Córdoba, el club del que se enamoró. En el barrio La Tablada de Rosario sacó carnet de prócer. “El amor que me dieron acá me alcanzó y me sobró”, solía decir cuando alguien le recordaba las posibilidades que había tenido para jugar en el exterior.

La leyenda, de incontables capítulos, cuenta que el Milan italiano se lo quiso llevar después de un amistoso con Independiente Rivadavia. “Pero los dirigentes pidieron una plata y no se hizo”, contó. Tampoco lo dejaron partir a Francia. Pero él no se quejaba: “En Mendoza me trataron bien, me hacían comer todos los días en el Jockey Club”.

Incluso se dijo que a mediados de los 70 se lo quiso llevar el New York Cosmos estadounidense, que por entonces estaba conformando un equipo de estrellas. “El negro Pelé ​mandó cartas y todo, pero después, de golpe, todo quedó en la nada, no se dio”, reveló el Trinche.

 Tomás Carlovich hace jueguito en el estadio Gabino Sosa de Central Córdoba de Rosario.

Colgó los botines en 1985, a los 39 años, vistiendo la camiseta de Newell's de Cañada de Gómez. En 2002 fue nombrado Deportista Ilustre de Rosario. Siempre se mantuvo cerca del fútbol, aunque sin asumir roles formales, más allá de un breve paso de tres meses como entrenador de Central Córdoba entre septiembre y diciembre de 2009. Le interesaba dirigir, pero no quería hacer el curso. “¿Qué puedo aprender ahí?”, se preguntó alguna vez.

Su vida dio origen a un libro (“Trinche”, de Alejandro Caravario), a una obra de teatro (“El Trinche, el mejor futbolista del mundo”, de Jorge Eines y José Fernández) y a un capítulo de la serie documental española Informe Robinson. Algunos lo definieron como el Maradona que no quiso ser. Cuando en 1993 Diego se incorporó a Newell's dijo: “Yo creía que era el mejor, pero desde que llegué a Rosario escuché maravillas de un tal Carlovich, así que ya no sé”.

En febrero de este año, el Trinche finalmente conoció al mejor futbolista de todos los tiempos, quien lo recibió en el hotel donde se alojaba el plantel de Gimnasia a la espera del encuentro frente a Rosario Central por la 20ª fecha de la Superliga. Carlovich llevó una camiseta de Central Córdoba para que se la autografiara. Debajo de su firma, el Diez escribió: “Al Trinche, que fue mejor que yo”.

“Fue un lujo y una alegría enormes haber compartido minutos con Diego. Le hablé al oído y le dije que estaba hecho con esto, que mi vida estaba completa. Después de conocerlo, me puedo ir tranquilo”, contó ese día. Finalmente hoy se fue.